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Esta foto fue tomada en la Cartoucherie de Paris pero podía haber sido la parte de atrás de cualquier escenario de cualquier sala del mundo.

Aparecen escenografías mutiladas y viejas que se podrán reutilizar, listones de madera que pueden servir para calzar una tarima para un espectáculo flamenco o para aguantar el frontón clásico de una ópera de Wagner, sillas plegables para que se siente un actor antes de salir a escena, carros que pueden hacer que un barco cruce el escenario y máscaras que representarán una tragedia griega o un espectáculo infantil. Y como telón de fondo una pared llena de rayaduras y golpes que reflejan la vida agitada entre bambalinas.

El paso de carpinteros, actores, bailarines, iluminadores, directores, escenógrafos, montadores, diseñadores de vestuario, técnicos de sonido, regidores, coreógrafos y toda la gente que trabaja en una sala durante semanas o meses para conseguir la magia del espectáculo durante unos minutos.

Telones rojos, focos, verso libre, risa, oscuridad son lo que percibe el público, pero esta imagen muestra la otra cara, la cotidiana, la que conoce la gente de teatro y el público no se puede imaginar.

Este cartel quiere ser un homenaje al día a día de las artes escénicas.

Ekain Olaizola Lizarralde